Lo suficientemente cerca como para verlo con la misma claridad con la que todos los días me veo a mi misma en el espejo. Vi sus corazas y sus heridas, su oscuridad y su luz. Su compañía etérica era tan real como el barro en mis manos. Y la distancia se esfumaba y parecía la nada misma, y el silencio lo decía todo. Y la vida parecía otra, aunque fuera igual.
El latido de la tierra y su poesía. Su voz, mi vos. Que será de nosotros sin el otro si somos lo mismo. Si es igual el sentir y su procedencia. Si la luna es el lugar que habitamos los dos. Este Ser es mio y tuyo. Habita en la esencia de tu vos. Y con tu voz, dice mis palabras y calla mis silencios y late en mi corazón igual al tuyo, y vibra con la tierra que nos llama, nos enciende, nos vuelve fuego, agua y aire, cosmos...
El hombre de la luna habita en mi y su nombre es mi espejo. Y su amor es el mío. Procuro atravesar las sombras que hoy me separan de su luz, para volver a Ser el Uno que un día fuimos y que nuestros egos de hoy no nos permiten ver.
De cada experiencia se aprende. El hombre de la luna me enseñó a amarme. A ver todo lo bueno que hay en mí. A apreciar mi vulnerabilidad y mi capacidad de amar y embellecer mi entorno. Me enseñó que la realidad física tiene límites que son desconocidos para el espiritu, que el corazón todo lo puede... que el amor es la fuerza más grande que hay en este mundo.
Gracias hombre de la luna por dejar tu huella en mi corazón.
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