Entonces, continuamente vuelvo a conocerme, a inventarme, a crearme. En cada desafío o reto que me propone la vida, re-construyo mi capacidad de adaptarme a los cambios y de fluir con la experiencia. Entonces, reviso una vez más mis estructuras, mis pensamientos, lo que creo que Soy. Lo que pienso sobre mí misma, mi percepción de la realidad que me rodea... mi reflejo cambia con el tiempo, pero la niña interna siempre está allí, recordándome que la vida es un juego, que estoy jugando, que elijo el disfraz y la actitud, que me estoy moviendo... que la muerte me persigue como una sombra... que cada segundo que respiro es valioso. Lo único que permanece es el amor. Y todo lo atraviesa, todo lo toca, porque está en la naturaleza del todo y sus partes. Y yo soy parte del todo.
Y entonces... sólo vacío... sólo polvo...
Y vuelvo a crear. Con la pasión de siempre, con el fuego en la sangre, con la inspiración en el espíritu y las emociones a flor de piel... porque estoy viva y soy mujer y mientras lo esté y lo siga siendo urgirá en mí el hambre de crear... inherente a mi naturaleza, como la Madre Tierra no deja de parir hijos, así la mujer nunca deja de crear y de embellecer su entorno. Como las flores... Ser el arte, la belleza y el amor en cada espacio. Aprender a recibir y a florecer. A ser la alegría, el baile, el canto, la vida, la intuición. ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Quién lo sabe con certeza? Puedo ser todo lo que me rodea y nada al mismo tiempo. Puedo ser invisible y dar abrazos con el alma. Puedo inventar el cuento que yo quiera, puedo ponerme un disfraz o andar desnuda. Puedo entender que no soy nada, y que al ser la nada misma, también soy el todo.
Bendita la vida que me invita a cambiar. Benditas las circunstancias que me llevan a conectar con personas diferentes, con nuevos desafíos, con miedos por superar. Bendita la posibilidad de un cambio de perspectiva, de un giro en el timón. <3
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